jueves, 24 de octubre de 2013

Palabras cruzadas


Un hombre en España, afligido por el recuerdo de un viejo amor, enviaba cada mañana palabras de cariño a su antigua enamorada en Alemania. El mensajero, cuidadosamente elegido, era una paloma vestida con un lazo rojo, símbolo de su afecto.

Entre tanto, otro hombre en Francia, pasional y amante del tiro al arco, no daba crédito a su buena suerte: cada mañana, una paloma, con un lazo rojo alrededor del cuello, atravesaba su cielo con fervorosos mensajes que descubría tras constatar su buena puntería.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Una huida controlada


Diez minutos antes de la hora, besó en la frente a sus dos hijos, cogió el bolso y se despidió de lejos de su marido mientras hacía ver que su madre la llamaba por teléfono. Al llegar, entró en el bar, se sentó en una esquina y pidió un whisky solo, sin hielo. Antes de tomar el primer sorbo, que en realidad fue un buen trago, giró lentamente el vaso con la mano derecha deseando ese cigarrillo que ya no fumaba desde hacía tres años. Miró el reloj, se arregló la blusa y aprovechó para pintarse los labios. Bebió de nuevo. Observó el vaso a contraluz y quiso evitar poner la mente en claro. Solo unos minutos después, mientras miraba hacia la puerta, sintió a la incomodidad escurriéndose por la ventana, dispuesta a sentarse a su lado, decidida a recordarle al oído que aquello no era para ella. 

martes, 15 de octubre de 2013

Fantasías


Siempre que lo veía aprovechaba para desnudarlo con la mirada. Le quitaba el jersey, la camiseta, el pantalón. Le gustaba dejarlo en calzoncillos, sin calcetines. Se lo imaginaba en el suelo, estirado, convulsionando como si fuera un pez fuera del agua. Y, entonces, esperaba. Dejaba pasar los minutos. Las horas. Los días. Buscando el momento en el que él la miraría para pedirle socorro. Una ayuda que ella siempre le negaría.

lunes, 14 de octubre de 2013

Canibalismo amable

Amigo mío, bocado a bocado, procederé a devorarte con máxima estima. 

jueves, 10 de octubre de 2013

El calor del hogar


Cuando llegó dijo que venía por un par de días. No más. Por lo visto, tenía que hacer algunos recados en la ciudad: una visita al médico de los huesos, otra al dentista y pasar a ver a su prima Herminia, que desde que su marido había pasado a mejor vida andaba algo delicada de salud.
Como buenos anfitriones, desde el primer momento la animamos a sentirse como en su casa. Martita le enseñó cómo estaban distribuidas las cosas en la cocina y le mostró cómo funcionaba la cafetera, que era nueva y algo más moderna a la que ella estaba acostumbrada. Yo, por mi parte, quise enseñarle el funcionamiento del televisor, del reproductor de dvd’s y del equipo de música. Aprendió rápido la viejita (definitivamente, uno no puede desconfiar del poder del ser humano para aprender a la edad que sea). Al día siguiente, cuando llegamos, la encontramos sentada en el sillón, mirando su programa favorito con el mando de la tele bien cerquita. Nos alegró ver que se sentía cómoda. Contenta. Como en casa. Dos días después, como quien no quiere la cosa, mientras tomábamos juntos una infusión, nos pidió si le podíamos ceder la habitación de matrimonio. Por lo visto, la cama de la habitación de invitados le provocaba un dolor insoportable en los riñones y ya no podía aguantar más. Evidentemente, nos cambiamos de habitación sin dudarlo. Y al hacerlo, por idea suya, trasladamos también la ropa de nuestro armario. Lo que sucedió horas después fue un movimiento obvio, una consecuencia de la causa: el baño grande le quedaba más cerca de su nueva habitación, así que quitamos nuestros cepillos de dientes, cremas y perfumes antes de acostarnos y los pusimos en el baño de invitados. Era un poco más pequeño, pero nos apañamos. La cosa siguió tan tranquilamente pero con alguna que otra novedad: caras nuevas aparecieron en forma de retrato, figuritas de porcelana, recuerdos de comuniones y bautizos. Y con el paso de los días, las mesas se llenaron de tapetes. Tres meses más tarde, no sabíamos qué hacíamos allí. Recogimos nuestras cosas y nos marchamos.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Decisiones tardías


Hay que recuperar el tiempo perdido —se dijeron el uno al otro.
Pero por más que lo buscaron jamás volvieron a encontrarlo. 
 
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