La liga de las campanas recubiertas de algodón fue iniciada por Don Exequiel Velasco. Un hombre bueno, a pesar de su odio irrefrenable al ding-dong de las campanas del pueblo de su esposa. Un día, cansado de tanto repiqueo y jolgorio cortante, decidió emprender una cruzada a favor del silencio y subir al campanario para forrar las copas de suave algodón. Amontonados al pie de la iglesia, no todos comprendieron el noble acto de Don Exequiel e incluso muchos lo criticaron. En cualquier caso, nadie le dijo nada a la cara. Es costumbre en los pueblos, y por lo visto en general, hablar a espaldas. Imagino que por aquello de "ojos que no ven, corazón que no siente".
jueves, 2 de agosto de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario