Siempre
que lo veía aprovechaba para desnudarlo con la mirada. Le quitaba el jersey, la
camiseta, el pantalón. Le gustaba dejarlo en calzoncillos, sin calcetines. Se
lo imaginaba en el suelo, estirado, convulsionando como si fuera un pez fuera
del agua. Y, entonces, esperaba. Dejaba pasar los minutos. Las horas. Los días.
Buscando el momento en el que él la miraría para pedirle socorro. Una ayuda que ella siempre le negaría.
martes, 15 de octubre de 2013
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